Síntesis y conclusiones del debate:
Las
dos propuestas que propuse para debatir en el aula fueron:
-En el caso de que el psicopedagogo se
encuentre con posiciones contrarias, por parte del personal docente/tutor o en
el ámbito familiar, a una intervención de un alumno con necesidades educativas
especiales, ¿Cuál creéis que debería ser
la postura del psicopedagogo? , ¿Cómo debería actuar?
-¿ Cuál es el grado de reconocimiento que
tiene un psicopedagogo en un centro, cuando para que se lleven a cabo sus
iniciativas de adaptación curricular significativa es necesario un dictamen
externo de un EAP?
En
general, las opiniones de mis compañeros se han centrado en la primera
pregunta, sobre como mejorar la relación con el ámbito familiar, sobretodo en
el caso de encontrarnos con familias poco colaborativas o que directamente
presentan una opinión contraria a la del equipo psicopedagógico. Destacaría los
comentarios de Irene Porxas y del
compañero Toni Dieste, los cuales
afirman que la tarea del psicopedagogo de entrada no es nada fácil, ya que
muchas veces se le carga el 100% de la responsabilidad, esperando fórmulas
mágicas por parte de la familia y los maestros. Por otra parte, Toni comentaba
el procedimiento a seguir delante de esta situación: “A l’inici cal recollir sempre la demanda i arran d’aquesta s’han de
fer un seguit d’accions per tal de recollir informació que en adreçaran vers a
una reformulació de la situació, de la demanda, que a la seva vegada comportarà
tot un seguit d’intervencions per a millorar, optimitzar, el procés educatiu, i
amb una perspectiva de prevenció que, alhora, plantejarà un inici del procés de
bell nou (adaptat de Pozo, et al., 2006; p. 81). Aquest procés espiral s’ha de
fer sempre en col·laboració amb els professionals directament implicats, en un
procés de construcció que, com a conseqüència, té l’assumpció de
responsabilitats de cada agent educatiu.”
Por
ello, concluyo que el psicopedagogo debe intentar crear un contexto relacional
favorable a la consecución de este objetivo de construcción colaborativo. Por
tanto, las posturas del psicopedagogo siempre deben ir encaminadas a conseguir
un trabajo cooperativo con todos los ámbitos implicados (familiar y escolar).
Por
otro lado, en mi segunda intervención he participado en el tema que ha aportado
la compañera Berta Hernández, la cual habla de las etiquetas que reciben los
alumnos con necesidades educativas especiales. Me quedaría con la siguiente
conclusión: se trata de formar y fomentar en el profesorado un cambio de mentalidad
en la forma de tratar a aquellos alumnos que tienen necesidades educativas
especiales, de manera que la atención a la diversidad no se convierta en una
barrera hacia el resto de miembros de la comunidad educativa sino el método
para descubrir sus habilidades y aspectos positivos, para a través de ellos
poder ayudarle a potenciarlos.
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